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jueves, 24 de febrero de 2011

Dudas y textos de la paz interior

«Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones»
La experiencia os demostrará que la paz,
que infundirá en vosotros la caridad,
el amor a Dios y al prójimo,
es el camino seguro hacia la vida eterna.
(Juan de Bonilla, s. xvi)
.
Nuestra época es una época de agitación y de in­quietud. Esta tendencia, evidente en la vida cotidiana de nuestros contemporáneos, se manifiesta también con gran frecuencia en el ámbito mismo de la vida cristiana y espiritual: nuestra búsqueda de Dios, de la santidad y del servicio al prójimo suele ser tam­bién agitada y angustiada en lugar de confiada y se­rena, como lo sería si tuviéramos la actitud de los ni­ños que nos pide el Evangelio.
Por lo tanto, es fundamental que lleguemos a com­prender un día que el itinerario hacia Dios y hacia la perfección que se nos pide es mucho más eficaz, más corto y también mucho más fácil cuando el hombre aprende poco a poco a conservar en cualquier cir­cunstancia una profunda paz en su corazón.
Esto es lo que pretendemos hacer comprender a través de las consideraciones de la primera parte. Enseguida pasaremos revista a todo un conjunto de situaciones en las que frecuentemente nos encontra­mos, intentando explicar el modo de afrontarlas a laluz del Evangelio, a fin de conservar la paz interior.
En la tradición de la Iglesia, esta enseñanza ha sido abordada frecuentemente por los autores espiri­tuales. La tercera parte consta de una serie de textos seleccionados de autores de diferentes épocas que recuperan e ilustran los distintos temas a los que aludimos.
 
I. LA PAZ INTERIOR, CAMINO DE SANTIDAD
 
1.   SlN MÍ NO PODÉIS HACER NADA
Para comprender la importancia fundamental que tiene, en el desarrollo de la vida cristiana, el afán por adquirir y conservar lo más posible la paz del corazón, en primer lugar hemos de estar plenamente convenci­dos de que todo el bien que podamos hacer viene de Dios y sólo de Él. «Sin mí no podéis hacer nada»,ha dicho Jesús (Jn 15, 5). No ha dicho: no podéis ha­cer gran cosa, sino «no podéis hacer nada». Es esen­cial que estemos bien persuadidos de esta verdad, y para que se imponga en nosotros no sólo en el plano de la inteligencia, sino como una experiencia de to­do el ser, habremos de pasar por frecuentes fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios. Él po­dría ahorrarnos todas esas pruebas, pero son necesa­rias para convencernos de nuestra radical impotencia para hacer el bien por nosotros mismos. Según el testimonio de todos los santos, nos es indispensableadquirir esta convicción. En efecto, es el preludio imprescindible para las grandes cosas que el Señor hará en nosotros por el poder de su gracia. Por eso, Santa Teresa de Lisieux decía que la cosa más gran­de que el Señor había hecho en su alma era «haberle mostrado su pequenez y su ineptitud».
Si tomamos en serio las palabras del Evangelio de San Juan citadas más arriba, comprenderemos que el problema fundamental de nuestra vida espiritual llega a ser el siguiente: ¿cómo dejar actuar a Jesús en mí? ¿Cómo permitir que la gracia de Dios opere libre­mente en mi vida?
A eso debemos orientarnos, no a imponernos principalmente una serie de obligaciones, por buenas que nos parezcan, ayudados por nuestra inteligencia, según nuestros proyectos, con nuestras aptitudes, etc. Debemos sobre todo intentar descubrir las acti­tudes profundas de nuestro corazón, las condiciones espirituales que permiten a Dios actuar en nosotros. Solamente así podremos dar fruto, «un fruto que per­manece»(Jn 15, 16).
La pregunta: «¿Qué debemos hacer para que la gra­cia de Dios actúe libremente en nuestra vida?», no tie­ne una respuesta unívoca, una receta general. Para res­ponder a ella de un modo completo, sería necesario todo un tratado de vida cristiana que hablara de la ple­garia (especialmente de la oración, tan fundamental en este sentido...), de los sacramentos, de la purificación del corazón, de la docilidad al Espíritu Santo, etc., y de todos los medios por los que la gracia de Dios puedepenetrar más profundamente en nuestros corazones.
En esta corta obra no pretendemos abordar todos esos temas. Solamente queremos referirnos a un as­pecto de la respuesta a la pregunta anterior. Hemos elegido hablar de él porque es de una importancia absolutamente fundamental. Además, en la vida concreta de la mayor parte de los cristianos, incluso muy generosos en su fe, es demasiado poco conocido y tomado en consideración.
La verdad esencial que desearíamos presentar y desarrollar es la siguiente: para permitir que la gra­cia de Dios actúe en nosotros y (con la cooperación de nuestra voluntad, de nuestra inteligencia y de nuestras aptitudes, por supuesto) produzca todas esas obras buenas que Dios preparó para que por ellas caminemos (Ef 2, 10), es de la mayor impor­tancia que nos esforcemos por adquirir y conservar la paz interior, la paz de nuestro corazón.
Para hacer comprender esto podemos emplear una imagen (no demasiado «forzada», como todas las com­paraciones) que podrá esclarecerlo. Consideremos la superficie de un lago sobre la que brilla el sol. Si la su­perficie de ese lago es serena y tranquila, el sol se re­flejará casi perfectamente en sus aguas, y tanto más perfectamente cuanto más tranquilas sean. Si, por el contrario, la superficie del lago está agitada, removi­da, la imagen del sol no podrá reflejarse en ella.
Algo así sucede en lo que se refiere a nuestra alma respecto a Dios: cuanto más serena y tranquila está, más se refleja Dios en ella, más se imprime su imagen en nosotros, mayor es la actuación de su gra­cia. Si, al contrario, nuestra alma está agitada y tur­bada, la gracia de Dios actuará con mayor dificultad. Todo el bien que podemos hacer es un reflejo del Bien esencial que es Dios. Cuanto más serena, ecuá­nime y abandonada esté nuestra alma, más se nos comunicará ese Bien y, a través de nosotros, a los de­más. El Señor .dará fortaleza a su pueblo, el Señor bendecirá a su pueblo con la paz (Ps 29, 11).
 
 
Dios es el Dios de la paz. No habla ni opera más que en medio de la paz, no en la confusión ni en la agitación. Recordemos la experiencia del profeta Elias en el Horeb: Dios no estaba en el huracán, ni en el temblor de la tierra, ni en el fuego, ¡sino en el li­gero y blando susurro (cf. 1 Re, 19)!
Con frecuencia nos inquietamos y nos alteramos pretendiendo resolver todas las cosas por nosotros mismos, mientras que sería mucho más eficaz per­manecer tranquilos bajo la mirada de Dios y dejar que Él actué en nosotros con su sabiduría y su poder infinitamente superiores. Porque así dice el Señor, el Santo de Israel: En la conversión y la quietud está vuestra salvación, y la quietud y la confianza serán vuestra fuerza, pero no habéis querido (Is 30, 15).
Bien entendido, nuestro discurso no es una invita­ción a la pereza o la inactividad. Es la invitación a actuar, a actuar mucho en ciertas ocasiones, pero bajo el impulso del Espíritu de Dios, que es un espí­ritu afable y sereno, y no en medio de ese espíritu de inquietud, de agitación y de excesiva precipitación que, con demasiada frecuencia, nos mueve. Ese celo, incluso por Dios, a menudo está mal clarificado. San Vicente de Paúl, la persona menos sospechosa de pe­reza que haya existido, decía: «El bien que Dios hace lo hace por El mismo, casi sin que nos demos cuen­ta. Hemos de ser más pasivos que activos».
2.   PAZ INTERIOR Y FECUNDIDAD APOSTÓLICA
Hay quien podría pensar que esta búsqueda de la paz interior es egoísta: ¿cómo proponerla como uno de los objetivos principales de nuestros esfuerzos, cuando hay en el mundo tanto sufrimiento y tanta miseria?
En primer lugar, debemos responder a esto que la paz interior de la que se trata es la del Evangelio; no tiene nada que ver con una especie de impasibilidad, de anulación de la sensibilidad o de una fría indife­rencia encerrada en sí misma de las que podrían dar­nos una imagen las estatuas de Buda o ciertas actitudes del yoga. Al contrario, como veremos a continuación, es el corolario natural de un amor, de una auténtica sensibilidad ante los sufrimientos del prójimo y de una verdadera compasión, pues solamente esta paz del corazón nos libera de nosotros mismos, aumenta nuestra sensibilidad hacia los otros y nos hace dispo­nibles para el prójimo.
Hemos de añadir que únicamente el hombre que goza de esta paz interior puede ayudar eficazmente asu hermano. ¿Cómo comunicar la paz a los otros si carezco de ella? ¿Cómo habrá paz en las familias, en la sociedad y entre las personas si, en primer lugar, no hay paz en los corazones?
«Adquiere la paz interior, y una multitud encon­trará la salvación a tu lado», decía San Serafín de Sarov. Para adquirir esta paz interior, él se esforzó por vivir muchos años luchando por la conversión del corazón y por una oración incesante. Tras dieci­séis años de fraile, dieciséis como eremita y luego otros dieciséis recluido en una celda, sólo comenzó a tener una influencia visible después de vivir cuarenta y ocho años entregado al Señor. Pero a partir de en­tonces, ¡qué frutos! Miles de peregrinos se acerca­ban a él y marchaban reconfortados, liberados de sus dudas e inquietudes, descifrada su vocación, y cura­dos en sus cuerpos y en sus almas.
Las palabras de San Serafín atestiguan su expe­riencia personal, idéntica a la de otros muchos santos. El hecho de conseguir y conservar la paz interior, imposible sin la oración, debiera ser considerado como una prioridad para cualquiera, sobre todo para quien desee hacer algún bien a su prójimo. De otro modo, generalmente no hará más que transmitir sus propias angustias e inquietudes.
3.   PAZ Y COMBATE ESPIRITUAL
No obstante, hemos de afirmar otra verdad no me­nos importante que la enunciada anteriormente: que la vida cristiana es un combate, una lucha sin cuartel. En la carta a los Efesios, San Pablo nos invita a re­vestirnos de la armadura de Dios para luchar no con­tra la carne o la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de ese mundo te­nebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas (Ef 6, 10-17), y detalla todas las piezas de la armadura que hemos de procurarnos.
Todo cristiano debe estar firmemente convencido de que, en ningún caso, su vida espiritual puede serel desarrollo tranquilo de una vida insignificante, sin historia, sino que debe ser el terreno de una lucha constante, y a veces dolorosa, que sólo dará fin con la muerte: lucha contra el mal, las tentaciones y el pecado que lleva en su interior. Este combate es ine­vitable, pero hay que considerarlo como una realidad extraordinariamente positiva. Porque «sin guerra no hay paz» (Santa Catalina de Siena), sin combate no hay victoria. Y ese combate es realmente el terreno de nuestra purificación, de nuestro crecimiento espi­ritual, donde aprendemos a conocernos en nuestra debilidad y a conocer a Dios en su infinita miseri­cordia; en definitiva, ese combate es el ámbito de nuestra transfiguración y de nuestra glorificación.
Sin embargo, el combate espiritual del cristiano, aunque en ocasiones sea duro, no es en modo alguno la lucha desesperada del que se debate en medio de la soledad y la ceguera sin ninguna certeza en cuanto al resultado de ese enfrentamiento. Es el combate del que lucha con la absoluta certeza de que ya ha conseguido la victoria, pues el Señor ha resucitado: «No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá» (Ap 5, 5). No combate con su fuerza, sino con la del Señor que le dice: «Te basta mi gracia, pues mi fuer­za se hace perfecta en la flaqueza» (2 Co 12, 9), y su arma principal no es la firmeza natural del carácter o la capacidad humana, sino la fe, esa adhesión total a Cristo que le permite, incluso en los peores mo­mentos, abandonarse con una confianza ciega en Aquel que no puede abandonarlo. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4, 13). El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (Sal 27).
El cristiano, llamado como está a «resistir hasta la sangre luchando contra el pecado» (Heb 12, 4), com­bate a veces con violencia, pero combate con un co­razón sereno, y ese combate es tanto más eficaz cuanto más sereno está su corazón. Porque, como ya hemos dicho, es justamente esa paz interior la que le permite luchar no con sus propias fuerzas, que que­darían rápidamente agotadas, sino con las de Dios.

Reflexiones

Reflexiones: ¿Cuál es la receta milagrosa para conseguir la paz interior? La verdadera paz interior se encuentra en la simpleza de nuestros actos y pensamientos. Al hablar de la paz interior no podemos dejar de mencionar el amor, la felicidad y la armonía como formulas “mágicas” para lograr esa ansiada sensación de paz que todos buscamos y que tarde o temprano encontraremos, si nos lo proponemos firmemente.
La Paz Interior Cuando sentimos por primera vez el gozo interior que nos produce en el cuerpo, mente y alma, la paz interior nos invita a su continua búsqueda por sobre cualquier otra sensación terrenal que intente seducir nuestro comportamiento. Desde las relaciones familiares y amistades, hasta nuestro comportamiento en la sociedad y entorno, ¿Cómo podemos alcanzar la paz en nuestras relaciones interpersonales si aún, en nuestro interior, la paz es una gran desconocida?.

Reflexiones cortas

Bienvenidos a Paz Interior, un lugar para reflexionar durante 5 minutos y pensar ¿Por qué corremos tanto?, ¿Hacia donde vamos?, ¿Que queremos alcanzar en esta vida?, ¿Quien somos realmente? ¿Cómo podemos ser mejores personas ?. La página esta abierta y las reflexiones de todos nos llevaran hacia un solo lugar, dentro de uno mismo, la paz interior en estado puro. Pensamientos y Reflexiones sobre la vida.

Reflexiones: ¿Cómo llevar una vida Espiritual? Frases de reflexión

 V. Cousin, en el prefacio de la edición del año 1853 de su obra Du vrai, du beau et du, nos decía:
“Esta filosofía enseña la espiritualidad del alma, la libertad y la responsabilidad de las acciones humanas, las obligaciones morales, la virtud desinteresada, la dignidad de la justicia, la belleza de la caridad y fuera de los límites de este mundo muestra un Dios, autor y modelo de la humanidad que luego de haberla creado , evidentemente con una excelente finalidad, no la abandonará en el desarrollo misterioso de su destino. Esta filosofía es la aliada natural de todas las buenas causas. Sostiene el sentimiento religioso, secunda al arte verdadero, a la poesía digna de este nombre, a la gran literatura; es también sostén del derecho, rechaza por igual la demagogia y la tiranía…” 

Reflexiones: Espiritualismo práctico moderno.

sonrie-y-se-feliz Podríamos definir a esta corriente como la aplicación practica de años de desarrollo de la doctrina espiritualista antigua, cuya enseñanza ha evolucionado con el pasar de los años, y nos invita a llevar una vida simple y consciente de todo aquello cuanto tenemos a nuestro alrededor. La naturaleza y nuestro entorno son instrumentos reales que trascienden de su simple concepción mental. El profundo contacto con la esencia de las personas y las cosas, nos acercan a una vida más plena en contacto con nuestro espiritu.
A lo largo de nuestros artículos, siempre trabajados con un contenido practico y actual, encontraremos que al asimilar la conexión entre el amor, la felicidad, la armonía y el equilibrio, podremos llegar a un profundo estado de paz interior y de auto-conocimiento.
La simpleza de las reflexiones que vamos a tratar en nuestro sitio, son el vehiculo para que desconectemos momentáneamente de nuestra mente, nos permitamos vivir el ahora, y entremos así en conexión con la fuente de la vida.

Reflexiones: ¿Cómo conseguir paz interior? Frases de Reflexión.

No te esfuerces por juntar riquezas en la tierra, porque podrán ser robadas por ladrones o volverse obsoletas. Además no te olvides que al dejar este mundo, tendrás que abandonarlo todo, y entre ello tu propio cuerpo. Entonces, ¿de que sirve amontonar riquezas?. Colecciona los tesoros que alimentan tu espíritu, las buenas obras, el bien que haces al ayudar a tus hermanos a encontrar el camino hacia la paz del señor, por que todas estas riquezas te acompañaran más allá de esta vida.

Reflexiones: ¿Cómo fijarnos la prioridad de buscar la paz interior en esta sociedad tan materialista?

Muchas veces hay una gran diferencia entre lo que se dice con lo que finalmente se hace, los invito a reflexionar sobre esta expresión:
Reflexiones: “dime como te comportas y te diré realmente quien eres”.
reflexiones-relajaciones-pensamientos Suena sencillo decir que aquellos voluntarios que entregan su vida por una causa noble son el ejemplo a seguir, ¿Has pensado alguna vez en entregar tu vida al prójimo? ¿No crees que también puedes colaborar con tus actos cotidianos en el trabajo, con tus amigos y familia?. ¿No crees que poner tus dones a disposición de la sociedad puede ayudar a alcanzar la paz en el mundo?, si te pones a pensar, con solo 5 minutos al día de cada persona, son miles y miles de horas de voluntariado a nivel mundial. La paz en el mundo es la suma de la tranquilidad invidual de cada uno de nosotros. Nunca llegaremos a formar un mundo mejor si seguimos basando nuestro comportamiento en el conflicto, la envidia, el egoísmo y todos aquellos hábitos que muestra mente, ajena a la profunda paz de nuestro ser, nos propone. (Regala frases de paz, regala amor).

Pensamientos y Reflexiones sobre la vida:

paz-interior2 Estudia tu propia personalidad, de nada sirve todo el conocimiento científico del mundo si no nos conocemos a nosotros mismos. Estudia desde lo más profundo de tu alma cual es tu verdadero yo, y que reflejas en tu comportamiento diario. Tu cuerpo es el reflejo de tu alma. Conócete a ti mismo para qué vivas así una vida consciente, feliz y llena de paz, la armonía que emanarás será antídoto para el caos del mundo.

Desde ya le agradecemos por su visita y toda la gente que compone el equipo de PazInterior.net les desea lo mejor para sus vidas. El amor, una forma de vida… la paz interior, el sentimiento de plenitud del alma…  la felicidad, nuestra búsqueda espiritual…
Paz, Amor, Felicidad y Armonía para todos.
Mi alma saluda a tu alma.

Un gran pensador

La paz interior.

Uno de los objetivos más elevados en el viaje de la Página de la Vida es conseguir transmitir las herramientas para alcanzar la paz; la paz interior, “la paz que supera toda comprensión”.
Pero uno de nuestros primeros descubrimientos cuando emprendemos el camino de la superación es la guerra que mantenemos con nosotros mismos. Nos enfadamos por nuestros errores; estamos resentidos por nuestras debilidades; nos resistimos a hacer realidad nuestras aspiraciones más elevadas. Queremos progresar en todas las áreas de la vida, pero no nos gusta su precio.
La resolución de estos conflictos estriba en el discernimiento de “lo que es” y ello nos lleva ineludiblemente a la Paz Interior.
La Paz Interior. Vivir conociendo esta cualidad profunda, aunque sutil, es estar tan bien sintonizado con el poder espiritual de la compasión y del amor que seamos contados entre los más próximos a vivir la plenitud de sus posibilidades Divinas. Pero ¿qué es esta paz personal e interior? Y ¿cómo podemos encontrarla?
La paz personal es ese sentido interior, etéreo, de bienestar emocional y espiritual, esa tranquilidad profunda que nos llega cuando somos capaces de desconectarnos de los pensamientos inquietantes, inútiles o amenazantes, y alcanzar a comprender la realidad de “lo que es”.
 
La paz personal subjetiva, pero muy real, es el sentimiento bien fundado y de unión que tenemos cuando nos liberamos de las preocupaciones, el sufrimiento, el dolor, el estrés y el miedo y somos conscientes de las incontables maravillas que nos ofrece la vida.
La paz interior es el conocimiento de que todo está bien, la compresión de que el Ser Universal lo tiene todo bajo control, aun cuando nuestro mundo parezca a punto de explotar. Nos llega cuando nos apartamos mental, emocional y espiritualmente, y a veces físicamente, de los embrollos mundanos, de los conflictos o de nuestras responsabilidades mal comprendidas.
La paz interior se convierte en una realidad cuando trasladamos nuestro centro desde los problemas que no podemos resolver hasta una visión más elevada de compresión del porque. Trascendemos. En este traslado, dejamos caer la tristeza y las preocupaciones. La dicha que queda es la paz.
Si queremos recorrer con éxito el camino que nos lleva a la paz interior, tendremos que desmontar algunos de los obstáculos personales que nos atenazan; el miedo al futuro y las lamentaciones por el pasado no son más que los primarios. El viaje completo a la paz interior significa que también tenemos que superar los baches de la envidia, los desvíos de la impaciencia, las calles sin salida de la terquedad y los puentes helados de la rigidez. Pero debemos viajar. El viaje hacia la paz personal no se realiza en un coche aparcado.
¿El camino de la paz? Pasa por la meditación trascendental o la oración en meditación, que es una disciplina olvidada y mal comprendida. La meditación en oración es una manera excelente de desarrollar la conciencia aumentada en todas las áreas de la vida. Pero es fundamental para alcanzar la paz interior y para conservarla.
Cuando nos atrapan las preocupaciones, o las actitudes de ataque o defensa, estamos desertando, en la práctica, de nuestras posibilidades de alcanzar ese bienestar. La persona que está bien no está en casa. Por ejemplo, podemos estar conduciendo, rabiosos por el tráfico, y perdernos por completo la hermosa puesta de sol. En lugar de verla, nos centramos en escenas interiores de preocupación y de miedo.
La meditación y la meditación en oración nos ayudan a trasladar nuestra atención al momento presente y al control de nuestra mente y de nuestro espíritu. Nos vuelve a traer a casa. Podemos soltar nuestras preocupaciones y estar abiertos y conscientes de la presencia divina. No conocemos otro medio más eficaz para conseguir la paz interior. Destinar un rato cada día a esta actividad será el mejor de los remedios para todos los males que acechan al hombre actual.
Los avatares de la vida cotidiana consumen un esfuerzo enorme. Los conflictos interiores agotan nuestros recursos. Se pierde la paz. Nos quedamos tan inmersos en la resolución de esta guerra interior que nos queda poca energía para hacer en el mundo algo más que ir tirando. Y existen momentos en los que incluso ir tirando es difícil.
El problema no es que falte energía, aunque nos sintamos cansados y fatigados. Tenemos la energía. El problema es que ésta está fragmentada. Necesitamos claramente encontrar una base firme para nuestro bienestar interior. La Paz Personal es esa base.
De modo que declaramos una tregua interior. Nos permitimos momentáneamente retirarnos de la batalla encarnizada. Nos tomamos un tiempo de sosiego. Somos conscientes de nuestras batallas y de nuestro agotamiento
Esta conciencia nos sitúa en una encrucijada decisiva. Uno de los caminos conduce de nuevo a la batalla. El otro conduce al distanciamiento, a la liberación y a la paz interior.
El camino de la reflexión y la meditación nos lleva a una nueva perspectiva. Nos damos cuenta de que nuestros conflictos interiores no son eternos. Pero no debemos mantenernos distanciados de nuestro deber de obrar. La energía que alimentó antes nuestra encarnizada batalla interna puede ser utilizada ahora para vivir creativamente. Con la práctica, nos volvemos centrados y serenos. Nuestra energía emocional y espiritual se dispara entonces hasta las nubes. Y estamos preparados, recargados, renovados para prestar servicio a nuestro mundo.
La paz personal engendra energía. Nuestro incremento eficaz de energía física y espiritual es consecuencia de nuestro descubrimiento de la paz interior. Y su empleo más efectivo significa que tenemos menores probabilidades de derrochar sus preciosos recursos en preocupaciones, lamentaciones, culpabilidades e indecisiones. Éste es un paso de gigante hacia la paz interior al nivel espiritual más elevado.
Cuando avanzamos por el camino de la paz interior ésta nos ayuda a convertirnos en verdaderos pacificadores; pero no en el sentido habitual de resolver las contiendas de otras personas o de otros pueblos. Por el contrario, nos convertimos en pacificadores cuando producimos la serenidad en nuestras almas. Entonces nos llenamos de un poder positivo, de un espíritu que nos carga de energía. Y cuando esa energía se utiliza para el bien, aumenta. Satisfará todas nuestras necesidades, y fluirá para ayudar a otros.
Creemos que la paz interior, que la paz personal es la energía vibrante que puede curar al mundo, que puede producir la paz entre las naciones. Creemos que la paz interior, la paz personal, puede traer al mundo una armonía duradera.
En realidad, los actos sencillos son las cosas que cambian nuestras vidas y nuestro mundo. La búsqueda consciente de la paz es uno de ellos. Si nos tomamos en serio la búsqueda de la paz interior nos convertiremos en libertadores.
Liberemos, renovemos.

pensamientos generales

Dijo Almitra: Háblanos del Amor.
Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:
Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines.
Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscareis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Pensamientos

Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos.
Una colección de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males.
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Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés.
Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
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Sir Francis Bacon (1561-1626) Filósofo y estadista británico.
Piensa como piensan los sabios, mas habla como habla la gente sencilla.
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Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se clarifica.
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Cuando no se piensa lo que se dice es cuando se dice lo que se piensa.
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Jacinto Benavente (1866-1954) Dramaturgo español.
Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen.
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Henry Ford (1863-1947) Industrial estadounidense.
No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.
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William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.

Historia de amor

Aunque siempre ha estado presente en la literatura universal, el amor ha vuelto como protagonista o coprotagonista de la narrativa del siglo XXI (como ya lo analizó Babelia en junio pasado). Una temática que da pie, y ahora vamos a aprovechar la complicidad de la celebración comercial del dichoso día de San Valentín, para rescatar algunas de las historias de amor de la literatura menos conocidas o famosas pero que merecen estar en el olimpo de las grandes junto a Romeo y Julieta, La celestina, Cumbres borrascosas, Primer amor, Madame Bovary, El gran Gatsby, El fin del romance, El buen soldado, La casa de las bellas durmientes, Rayuela o El amor en los tiempos del cólera.
Me saltan a la memoria dos novelas y un cuento de los últimos 50 años: El rumor del oleaje, de Yukio Mishima, y Jazz, de Toni Morrison; y un relato que, aunque de gran difusión cinematográfica, vale muchísimo la pena leer por su escritura poética, directa y crítica que sirve para contar la vida de Ennis del Mar y Jack Twist: Brokeback Mountain, de Annie Proulx (Lumen). Así es que, dejando a un lado los celos, ¿cuál es para usted ese amor literario que les gustaría que conociéramos?
Más allá de los autores de novela romántica, que crece tanto en escritores y lectores, y reforzada en el ciberespacio con chats, webs y demás recursos, hay otros grandes creadores de novela tradicional que, además de narrar una buena historia de sentimientos, vuelven a utilizar el amor como recurso y celestina para escribir sobre asuntos históricos, políticos, culturales o sociales. Dos ejemplos recientes son Antonio Muñoz Molina que en La noche de los tiempos (Seix Barral) retrata los días previos a la Guerra Civil española, y Orhan Pamuk que en El museo de la inocencia (Mondadori) repasa el tránsito de Estambul al mundo más contemporáneo. Lo dicho: ¿Qué novela o cuento de amor poco conocido deberíamos leer? (el cuadro que ilustra el post es Noche de verano (1890), de Winslow Homer.

lunes, 21 de febrero de 2011

Historia del odio

Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó una reunión urgente con todos ellos.

Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito.

Cuando estuvieron todos habló el Odio:
- "...Les he reunido aquí porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".


Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio el que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien; sin embargo, todos se preguntaban quién sería tan difícil de matar para que el odio les necesitara a ellos.
- "Quiero que maten... al Amor", dijo.

Muchos sonrieron malévolamente pues más que uno le tenía ganas.
El primer voluntario fue el Mal Carácter, quién dijo:
- "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".


Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar la explicación del Mal Carácter quedaron decepcionados:
- "Lo siento -dijo el Mal Carácter-, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".


Fue entonces cuando muy diligente se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder, dijo:
- "En vista de que el Mal Carácter fracaso, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará".

Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quién, efectivamente, cayó herida pero después de luchar por salir adelante renunció a todo deseo desbordado de poder, y triunfó de nuevo.


Furioso, el Odio, por el fracaso de la Ambición envío a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas.
Pero el Amor, confundido, lloró, y pensó, que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre los Celos y los venció.


Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros.
Envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, a la Pobreza, a la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.


El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás:
- "No hay nada que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no logramos matarle".


De pronto, de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido que vestía de negro con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver. Su aspecto era fúnebre como el de la Muerte. Aquel sentimiento se decidió a hablar, y su voz sonó grave y profunda:
- "Yo mataré al Amor", dijo con seguridad.

Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo lo que ninguno había podido. El Odio dijo:
- "Ve y hazlo".


Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles, después de mucho esperar, que por fin EL AMOR HABÍA MUERTO.

Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló:
- "Ahí les entrego al Amor totalmente muerto y destrozado".
Y sin decir más, se marchó.

- "Espera -dijo el Odio-, en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?"

Aquel sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
- "SOY LA RUTINA".